miércoles, 9 de noviembre de 2011

Madurar mi paz....

No no no no no no no no no no no no.
Bueno, no, no sé.
No sé si está funcionando.
No sé si está funcionando o no.
Aasdasjkdnasjdsnajdnkasjn.

Es tán genial como horrible. Creo que yo no quería esto. Yo no quise. No era MI idea madurar, me obligaron a madurar, ellos, las situaciones. Tener que elegir por mí, evaluar. Tener que ocuparme de cosas que no me corresponden.
Puedo ser una persona totalmente rígida, capaz de valerse sola, de bancarse sola, y de hacer lo que se le cante el orto. Pero no quiero. Tengo 17 años, necesito una contención, límites...
y los únicos que tengo son los que yo misma me impongo.
Y no. Y sí, pero no. Puedo ser todo eso. Puedo ser una mujer, hecha y derecha (wtf?). Pero para otros, para mostrar a otros, para servir a otros. Soy muy pendeja todavía.
Me nace la necesidad de hacer ruido en son de protesta a cosas de las que nisiquiera estoy segura. Todo el tiempo es una pelea por algo, "algo", simbólicamente yo, mi paz. Este angustioso comprender sin querer hacerlo, hacerlo y deshacerlo, levantarse y desmoronarse como arena de un médano, o una pila de naipes en un colchón, es lo que me desequilibria. De alguna manera un poco bastante forzada se van disolviendo mis enlaces con las cosas que valoro. Dándome cuenta en algún recoveco, pero sin darme cuenta del todo, me voy desprendiendo, aceptándo de a poco, sometiéndome sin estar segura de querer ceder.
Escucho sin entender, leo sin razonar, camino sin mirar, hablo sin pensar, vocifero y vocifero, no importa el contenido verbal de lo que digo... el mensaje tácito está en la vociferación en sí.
O sea que todo esto es la fragilidad de mi paz. Algo tán fino y superficial que se cuartea a la menor cruzada de vientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario