martes, 1 de marzo de 2011

Tu segundo clavo.

A veces la gente se equivoca terriblemente, y cree que las personas son reemplazables. Que un nuevo lazo va a borrar los recuerdos grabados, que una nueva compañía puede llegar a llenar el vacío de la persona ausente. A veces uno, en el esfuerzo desesperante de arrancarse a alguien de la cabeza, sabiendo a ciencia exacta que es imposible que desaparezca un solo minuto, se trata de convencer de que con otras actividades o personas, con el tiempo, capaz, se va olvidando un poquito. Se sigue esperando la hora de que la memoria pese menos, el no extrañar tánto, y poder revivir las sensaciones que la otra persona causaba. La necesidad de volver a sentirse seguro se torna una desesperación egoísta en la que se adopta a un segundo clavo. Alguien a quien no se agarra, pero tampoco se suelta.
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Querer... querer mucho... no alcanza. El dolor del corazón tres veces más pesado latiendo errático al pensar en lo mucho que se espera que eso que falta vuelva y diga que todo va a estar bien, no es algo que el segundo clavo pueda solucionar. Lo que sobra no reemplaza a lo que falta. El sexo frío simplemente confunde y agrava las rajaduras de un corazón casi destrozado.
Es imposible querer olvidar cuando lo único que queda para mantenerse cerca, en alguna manera, de "esa persona" son los recuerdos. No se lo deja aparte, porque no se lo quiere dejar ir. El orgullo compite con la impotencia de cada memoria que se llena de polvo a medida que pasa el tiempo.
En todo reae el error. Cuando se busca en otros labios el calor que antes abrigaba, cuando se busca en otros ojos la mirada que antes se adoraba; cuando se busca en otros brazos el abrazo que antes nos mantenía en una sola pieza; Pero solo queda un recuerdo tibio, y un extraño.

No vas a encontrarla en mi piel, y me duele saber que estoy presa de todas tus mentiras.



jajaja, es todo ficticio eh.

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