sábado, 11 de febrero de 2012

luz

Preocupaciones

Abstractas, descoloridas, insignificantes y a la vez tan llenas de vida para poder arrancarme de la cama noche tras noche, desfigurando ojeras de contornos violáceos en la piel que se empieza a opacar por el cansancio.

Nervios

Tensión. Ansiedad. Los dedos tamborileando exasperantes, como así intentando traspasar parte de la exaltación propia al medio, a la avidez de las paredes que más que conteniendo, parecen estar devorando en la quietud, comprimiendo, observando desde cada charco de sombras estancadas en los rincones.


¿Miedo?

Tan absurdo y tan presente, latiendo y presionando en cada falange, un martillo obstinado detrás de las orejas. Se va arraigando y pegando a la garganta, cerrándola. Entumeciendo cuanto toca, suspendiendo cada inspiración en un vacilar eterno.
Un estruendo repentino, imposible de definir la calidad de su sonido, o dejarse adivinar de dónde proviene.
La caída al vacío. Un nuevo despertar al abismo, el mismo del que jamás llegamos a tocar el fondo.
Calambres y contracturas. El miedo dentro del miedo. Moverse implicaría tocar a lo abstracto, lo que no sé que es pero sé que está ahí. Atraerlo, molestarlo, perturbarlo. Nada de eso. Quietud.
La mirada clavada en el pomo de la puerta, como esperando que entre, o que salga, o que mire por el ojo de la cerradura.
La agonía de la vigilia, que siempre está cargada de quién sabe qué mágicas y horrendas olas capaces de trastornar así a las mentes.
Un reflejo aquiverdoso que se filtra tenuemente por la ventana apaciguándo y barriendo la luctuosidad traída por la medianoche.
Luz, descompuesta y fragmentada, en varios de los tonos que describe el alba. Luz, y seguridad. Luz y tranquilidad. Luz y no más quién sabe qué cosas. Luz, y puedo volver a dormir.

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